jueves, 24 de junio de 2010

El peligro en una isla



María Vintamilla


Hace dos años tomé la decisión de viajar al extranjero para comenzar una nueva vida. Mi familia no se lo esperaba pero ellos sabían que iba a salir adelante. Ellos me describían como una persona muy valiente que siempre estaba dispuesto a arriesgarme con tal de conseguir lo que quería. Esta noticia fue muy dolorosa para todos mis familiares pero al final recibí el apoyo de todos ellos. Sin embargo, la noche del viaje, el avión en el que viajaba chocó contra otro avión y solo tres personas sobrevivimos.
Cuando despertamos después del accidente, vimos alrededor de nosotros muchos cuerpos de gente que había fallecido y otras personas que gritaban de dolor para que alguien les sanara. Sin embargo ellos fallecieron pocas horas más tarde ya que no había nadie que les auxiliara y mi colaboración no fue suficiente.

Me dolía mucho no poder ayudarles pero lo mínimo que podía hacer era socorrer a los que todavía estaban vivos, así que comencé preguntándoles sus nombres y cómo les podía ayudar. Primero, conocí a Carlos, un hombre bajo, de cabello negro, que lo único que quería era beber agua, y segundo Antonio, quien se acerco a mí, y me rogó que le curara la pierna que se había lastimado. Por suerte las heridas que tenían no era muy grandes y me sentía a gusto por poderles ayudar.
Comencé a recorrer la isla, era un lugar muy desierto, con muchos árboles, con el mar a la orilla de la isla y alrededor se veían aves, animales de todas clases. Después de todo, me sentí alegre de que habíamos encontrado agua y alimentos que nos iban a ayudar a sobrevivir. A la semana siguiente, Carlos, Antonio y yo nos sentíamos mejor, así que todos juntos decidimos reunir leña y juntar alimentos para cada semana; esa fue nuestra rutina durante dos años. A la misma vez, corríamos mucho peligro todas las noches así que siempre tratábamos de turnarnos en las noches para dormir; alguien tenía que vigilar en caso de que un animal se acercara. Sin embargo, todavía teníamos la esperanza de que alguien nos iba a rescatar.
Una noche cuando descansábamos, Carlos nos despertó gritando “alguien se acerca, veo un barco”; todos muy alegres comenzamos a quemar leña e hicimos una fogata muy grande que ayudó a las otras personas a encontrarnos.
Al final, todo salió bien pero nunca voy a poder olvidar lo que sufrí al ver morir a tanta gente y lo difícil que fue sobrevivir en una isla desierta. Sin embargo, todo salió bien gracias a que pudimos mantenernos unidos y siempre nos ayudamos el uno al otro.

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